jueves, 15 de diciembre de 2011

Abós: Usando a Messi para hablar mal de la Argentina y los argentinos

Messi es el argentino distinto. Si un argentino es un italiano que habla la lengua de Castilla, Messi es de los argentinos que podrían ser ingleses u holandeses. Es difícil delinear estos rasgos sin caer en los prejuicios o los clichés.

Así es como comienza el artículo que publica Alvaro Abós en El País. Forma parte de esas iniquidades que perpetran los Abós, los Sarlos, los Caparrós en medios extranjeros queriendo hacerse pasar, de alguna manera, como exiliados, desterrados; una suerte de nuevos Sarmientos que tienen que luchar contra la tiranía, escondidos detrás de las nuevas tecnologías que les posibilitan esta impostura.

Porque la impostura está ahí, a la vista, pòrque ¿Quién -de los lectores extranjeros- puede pensar que un argentino, hablando pestes de los argentinos y de los abusos de sus gobernantes, no esté exiliado?

Volvamos al primer párrafo:

Messi es el argentino distinto. Si un argentino es un italiano que habla la lengua de Castilla, Messi es de los argentinos que podrían ser ingleses u holandeses. Es difícil delinear estos rasgos sin caer en los prejuicios o los clichés. Desde ese punto de vista, un argentino (o quizás habría que decir un porteño) de caricatura es un tipo prepotente, malevo, llorón, astuto, tramposo y gritón. Se parece a cualquier personaje de la comedia italiana. Por ejemplo, a tantos caraduras como los que solían interpretar Vittorio Gassman o Alberto Sordi.

...un tipo prepotente, malevo, llorón, astuto, tramposo y gritón. Feo ¿no?

Pero.... Messi es de los argentinos que podrían ser ingleses u holandeses.
   
¿Habla de estos holandeses, descritos en el diario para el cuál Abós escribe en la  Argentina?


Pavada de holandeses. Abós: también eran holandeses (no voy a decir "los holandeses") los que ocuparon durante siglos sangrientos Indonesia, Surinam, Sudáfrica, en donde dejaron esa bonita herencia del apartheid. Todo es según el cristal con que se mire, u, holandesamente, de qué holandeses estamos hablando. ¿Los actuales, Abós? Aparte de estos barrabravas, en Holanda el partido más votado es un partido de ultraderecha, racista...

Ups, ahora que me doy cuenta, racismo, a ver las cosas que escribe Abós...
 
Barcelona y Nápoles son ciudades de gran cercanía geográfica, pero de índole bien distinta. La primera es ciudad del orden y la opulencia, de la armonía urbana. La segunda es ciudad de pasiones y desenfreno: bajo el desquiciado imperio berlusconiano, vive su total decadencia y yace aplastada por los detritus. Maradona, que fracasó en Barcelona, triunfó en Nápoles, donde es y será ídolo. Messi empezó a jugar en el Newell's Old Boys, club que fundó en 1903 el maestro inglés Isaac Newell's, pero se convirtió en Messi en el Fútbol Club Barcelona, fundado por el suizo Hans Gamper en 1899.

Mirá que viví años en España... ¡y siempre fue Joan Gamper (no Hans...)! O sea, para Abós auqnue "la primera (Barcelona) es ciudad del orden y la opulencia" , no le es suficiente: le hacía falta que el Barsa fuera fundado por el suizo...  La realidad es que Abós necesita que todo sea suizo.

Barcelona era la ciudad para Messi y el Barça su club. El Fútbol Club Barcelona es una institución tan grande que casi parece un Estado en sí misma. Si así fuera, se parecería más a un cantón suizo que a una república bananera.

Maradona y los Kirchner...

...los Kirchner usaron a Maradona (con su activo consentimiento) en la frustrada aventura de hacer del fútbol bastión del clientelismo político. Lo opuesto es la asepsia de Messi, que, protegido por la red institucional del Barça y la inteligencia de Guardiola, permanece ajeno a esos barros.

Párrafo repleto de falsedades y afirmaciones -en lo que a Messi respecta- absolutamente incomprobables.

Y esta?


Rosario tiene mucho que ver con el fútbol que corre por las venas de Lionel Messi. Porque, al margen de la identidad política de la ciudad, hay una identidad futbolera en Rosario, dividida en dos familias genéticas irreductibles, montescos y capuletos: los leprosos del Newell's Old Boys (entre los que se contaba el niño Messi) y los canallas del Rosario Central. Pero unos y otros cultivan una estirpe exquisita, simbolizada en estetas del balón como César Luis Menotti o Santiago Segura.

Jajaja, Montescos y Capuletos! Ahí la muerte, la violencia son shakespeareanas, no peronistas, no maradonianas, no kirchneristas. Pero sabiendo leer, Abós reconoce que en la Rosario socialista las barras también se matan...

La verdad, todo un revoltijo en el que Abós desvaría por una serie de lugares comunes que pueden ver en el artículo que está pegado completo debajo, y que deconstruye muy bien el autor del blog Cosas políticas .

Y Abós hasta la mentira no para: 

En los últimos años, en las canchas de fútbol, han muerto trescientos argentinos en feroces peleas o abatidos a balazos.

 Y vuelve a desmentirlo su propio diario, De acuerdo a La Nación, desde 1924 hasta el 2010 habían muerto 256 hinchas. ¿Qué son los últimos años, Abós?  Ponéle, ¿4? En los últimos 4 años, desde noviembre del 2007 murieron 30 personas.

30 personas es mucho, muchísimo, demasiado

Pero es la décima parte de 300. Y 300 son más que los que habían muerto en toda la historia del fútbol argentino.

Y entre los 256 están los de la puerta 12 (71)

¿Y esta otra joyita?

Estos lugares son el corazón de la inmensa red urbana porteña que con diez millones de habitantes, muchos de ellos hacinados en barracas, asfixia la moderna Buenos Aires. 

¡Hacinados en barracas (galpones)!, y...¡¡¡asfixia la moderna Buenos Aires!!! ¡qué bárbaro!!!

Qué pena esta reiteración, este veneno. 

Podría Abós haberse entregado con la historia del mural de Siqueiros, que él relata en su novela, y que Cristina remata con su restauración y exposición en la Aduana Taylor. Podría haberse despojado de los prejuicios y por lo menos, preguntarse "¿A ver quién más es esta mina, esta gente ruidosa, aparte de lo que yo tengo preconcebido?". Era un guiño casi para vos, Abós.

Pero no Abós, cumple lo qu él mismo dice. Como siempre, se delatan, y Abós lo hace desde el primer párrafo:

"Es difícil delinear estos rasgos sin caer en los prejuicios o los clichés"

Él, a la vista está, no lo consiguió. 

Sino, esta otra perlita

En cambio, Messi es un argentino tranquilo, voluntarioso, comedido, silencioso y digno, humilde y sereno... ¿Hay otros messis entre los argentinos? Sí, hay muchos. No sé si la mitad, pero desde luego muchos

Y, claro, porque el 54% es más de la mitad, y el restante 46%, desde luego muchos

Casi infantil la cosa...

Estos desterrados de mentira, Caparrós, Sarlo, Abós: encima son individuos que se siguen considerando a sí mismos como izquierdistas, como progresistas, mientras publican en La Nación o en otros medios de la derecha, y en medios extranjeros para maldecir a quienes gobiernan su país -patria no les cabe a ellos- y a la mayoría de quienes lo pueblan. Y no, señores, señoras, digan lo que digan, no se puede ser izquierdista, ni progresista, ni centro no sé qué  y publicar regularmente en La Nación. Se es de derecha, se da de comer a una editorial de derecha, se le da armas dialécticas a la derecha.Y cuando las cosas se ponen duras, se está con la derecha, con los que no dudaron en dar golpes de Estado, en asesinar, en desaparecer.

A ver cuando aprenderán que la pelea hay que darla desde adentro. Aunque para qué, en el caso de ellos, ellos simplemente no son lo que dicen ser.

PD: Soy fan de Messi, hooligan de Messi, ultra de Messi. Messi no tiene nada que ver con esto!

RH


Messi, el argentino diferente

ÁLVARO ABÓS 14/12/2011

Messi es el argentino distinto. Si un argentino es un italiano que habla la lengua de Castilla, Messi es de los argentinos que podrían ser ingleses u holandeses. Es difícil delinear estos rasgos sin caer en los prejuicios o los clichés. Desde ese punto de vista, un argentino (o quizás habría que decir un porteño) de caricatura es un tipo prepotente, malevo, llorón, astuto, tramposo y gritón. Se parece a cualquier personaje de la comedia italiana. Por ejemplo, a tantos caraduras como los que solían interpretar Vittorio Gassman o Alberto Sordi.

En cambio, Messi es un argentino tranquilo, voluntarioso, comedido, silencioso y digno, humilde y sereno.

¿Hay otros messis entre los argentinos? Sí, hay muchos. No sé si la mitad, pero desde luego muchos. No son genios del fútbol, pero son artistas, deportistas u hombres de cualquier medio que practican la mesura y la discreción. Por ejemplo, el técnico nacional, Alejandro Sabella; actores como Alfredo Alcón, bailarines como Julio Bocca o políticos como Hermes Binner.

Cada vez habrá menos maradonas y más messis porque los alevines que hoy descubre un ojeador de cracks son pulidos en fábricas como La Masia. Maradona, el salvaje, el loco, el imprevisible, sería hoy resocializado. Ya no hay lugar para los locos. Es cierto que esta transformación, la que va del futbolista en bruto al crack mediático de hoy, no es nueva, pues ya Jorge Valdano, contemporáneo de Maradona, se acerca, por su discreción, más a Messi que a Maradona.

Barcelona y Nápoles son ciudades de gran cercanía geográfica, pero de índole bien distinta. La primera es ciudad del orden y la opulencia, de la armonía urbana. La segunda es ciudad de pasiones y desenfreno: bajo el desquiciado imperio berlusconiano, vive su total decadencia y yace aplastada por los detritus. Maradona, que fracasó en Barcelona, triunfó en Nápoles, donde es y será ídolo. Messi empezó a jugar en el Newell's Old Boys, club que fundó en 1903 el maestro inglés Isaac Newell's, pero se convirtió en Messi en el Fútbol Club Barcelona, fundado por el suizo Hans Gamper en 1899.

Maradona vio la luz en el Policlínico Evita, de Lanús, y se crió en humilde barrio Fiorito. Estos lugares son el corazón de la inmensa red urbana porteña que con diez millones de habitantes, muchos de ellos hacinados en barracas, asfixia la moderna Buenos Aires. En Fiorito, hasta el último yuyo es peronista. Por eso, los Kirchner usaron a Maradona (con su activo consentimiento) en la frustrada aventura de hacer del fútbol bastión del clientelismo político. Lo opuesto es la asepsia de Messi, que, protegido por la red institucional del Barça y la inteligencia de Guardiola, permanece ajeno a esos barros.

Las Heras, donde nació Messi, está muy lejos de Fiorito. Las Heras es un barrio de clase media al sur de Rosario. Ambas ciudades son muy distintas. Buenos Aires es el gigantesco Goliat tumultuoso e ingobernable. Rosario, ciudad crecida como quien no quiere la cosa a orillas del gran río Paraná, es más apacible. Rosario, por no tener, no tiene ni siquiera fundador, cosa que la hace única entre las ciudades de la América española, que guardan con celo su escena primigenia: el conquistador plantando la cruz y cruzándola con su espada. Rosario fue haciéndose sola a partir de un puerto de paso, usado por cargueros que venían Paraná abajo en busca del río de la Plata y la salida al mar. Esa modestia urbana ha tenido su expresión política: Rosario es gobernada hace muchos años por alcaldes socialistas, sin que el peronismo extravertido y confuso pueda entrar a ese feudo.

Rosario tiene mucho que ver con el fútbol que corre por las venas de Lionel Messi. Porque, al margen de la identidad política de la ciudad, hay una identidad futbolera en Rosario, dividida en dos familias genéticas irreductibles, montescos y capuletos: los leprosos del Newell's Old Boys (entre los que se contaba el niño Messi) y los canallas del Rosario Central. Pero unos y otros cultivan una estirpe exquisita, simbolizada en estetas del balón como César Luis Menotti o Santiago Segura.

Barcelona era la ciudad para Messi y el Barça su club. El Fútbol Club Barcelona es una institución tan grande que casi parece un Estado en sí misma. Si así fuera, se parecería más a un cantón suizo que a una república bananera. La Masia es la marca de algo que es mes que un club. La Barcelona del Barça es la quintaesencia del seny (la cordura), aunque en el campo de juego Messi nos muestra la contracara del seny, la rauxa (arrebato).

Algunos hinchas argentinos se resisten a Messi. Expresan el salvajismo que impera en el mundo del fútbol argentino, que es territorio de corrupción y violencia. En los últimos años, en las canchas de fútbol, han muerto trescientos argentinos en feroces peleas o abatidos a balazos. Para estos energúmenos que han degradado al fútbol en escenario de guerras gansteriles, Messi es un pecho frío. "No siente la camiseta", dicen los desaforados. La casa de los Messi en Rosario fue atacada a balazos. Pintadas agraviantes contra Lionel se han visto en muros argentinos. Sucede que en la selección Messi parece un jugador banal, ya que el fútbol es un juego colectivo y Messi está también compuesto por sus compañeros, como un ser humano está conformado por huesos y músculos, por materia y espíritu. ¿Podrá Sabella ser el Guardiola de Messi?

"Cara sucia, cara sucia, cara sucia / te viniste con la cara sin lavar", dice un tango de Canaro. El apelativo, cara sucia, fue mucho tiempo el blasón de un tipo de jugador indócil pero iluminado del que el fútbol argentino hizo mito. Ahora Messi ha mostrado que se puede ir con la cara limpia sin mengua del genio. "Todo lo que sé sobre moral lo aprendí jugando al fútbol", decía Albert Camus. Desde ese punto de vista, los argentinos nunca le agradeceremos bastante lo que está haciendo Messi por nosotros.



Álvaro Abós es escritor argentino.

1 comentario:

  1. Gracias por sumarme. Está muy bueno este blog y ya lo agrego yo también. En contacto, saludos.

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