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sábado, 26 de febrero de 2011

Laica, libre y... PRIVADA


“¿Y si asumimos que la educación pública está muerta y con esa plata les pagamos a los chicos una escuela privada?”, se pregunta un funcionario del gobierno de Mauricio Macri. El subsecretario de Inversiones del gobierno porteño, Carlos Pirovano, ofreció esa idea en su cuenta de Twitter. Y la completó con otra: ‘Le regalamos las escuelas públicas a los maestros que dejarían de ser empleados públicos y podrían ser empresarios’(…) Luego de algunas broncas internas, el funcionario debió salir a desdecirse…”
(…) “Además de soltar ideas para las políticas educativas PRO, Pirovano es el director ejecutivo de los exclusivos spa Vilas Club, fue gerente de la AFIP y comenzó en política de la mano de Alvaro Alzogaray.”

A la manera de esos fascistas que presentan a su amigo judío (o Macri a su amigo boliviano), el funcionario “trasgresor” declaró más tarde: “Soy un producto de la educación pública, mi título universitario es de la Universidad de Buenos Aires y como si esto fuera poco, mi madre es maestra normal y profesora de historia. Yo me he criado en una atmósfera donde la ley 1420 era la formadora de un país que recibía a los inmigrantes y los integraba generosamente.”

Dicen que el Twitter es para observaciones cortas y al toque, que no se piensa mucho al escribir… eso es lo que ocurre cuando se dicen las cosas tal cual se las piensan en lo más profundo del ser, ¿no?

Nota: todas las citas pertenecen al Página 12 del 24-02-2011, pág. 14)

Edelmiro F.

miércoles, 20 de octubre de 2010

EN LAS GANANCIAS TAMBIEN

¿Por qué tanta locura con el proyecto de Recalde? ¿Está mal cumplir la Constitución acaso? Ciertos empresarios de los que nunca faltan en este capitalismo bandoleril (versión criolla de una vieja utopía europea), sospechan que gente como Moyano -principal apoyo del abogado de la CGT e impulsor también del proyecto de ley- espanta inversores con iniciativas como esta. La iniciativa es el reparto de hasta un 10% de las ganancias reales de las empresas en el año. Seguramente se espantan los inversores porque ven la posibilidad de que exista una legislación similar a la que padecen en sus países de orígen.


Porque resulta que "repartir las ganancias" es una medida que remite a los equilibrios sociales de los que requiere el sistema capitalista para funcionar normalmente. No se trata de una amenaza al capital lanzada por sindicalistas sedientos de fama y poder que esperan emboscados en los caminos.


El mismo Moyano ha recordado que si los trabajadores participan de las pérdidas, también les corresponde estar en la mesa cuando se distribuyen ganancias (¿o en ese momento el personal de servicio se las debe tomar?). Pero ni falta hace argumentar tal cosa. Está en la Constitución y más, el artículo 14 bis habla de cogestión, autogestión y administración de las empresas. Así que atenti que puede (va a) ser peor.


Un datito sobre el cumplimiento de ese artículo: orgullosamente en los setentas, el sindicato de Luz y Fuerza podía exhibir la autogestión de la empresa SEGBA (Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires). Los delegados de los trabajadores incidían y decidían sobre nuevas centrales eléctricas y dónde era necesario instalarlas, preveían nuevos polos de desarrollo (todos sabemos que a más actividad económica, más consumo de energía) y daban cuenta en asambleas sobre lo actuado. En 1976 la dictadura dirigió su furia contra ese sindicato y esa empresa. Cesanteó más de 260 trabajadores (entre ellos delegados, comisión interna y la autoridad máxima del gremio, el compañero Oscar Smith), y luego otra tanda más. Hubieron marchas, paros, lucha, sabotajes. Secuestros, intimidaciones, detenciones, amenazas y ocupación de plantas por las fuerzas represivas. Como la lucha continuó y la conducción no se bajaba de la defensa irrestricta (en el principio de la dictadura, repito) de la autogestión y de la defensa de conquistas y el nivel salarial, Oscar Smith fue secuestrado y desaparecido hasta el día de hoy.


Parece que esas son las formas en las que los "inversores" y ciertos empresarios no se espantan.


Edelmiro F.