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lunes, 14 de mayo de 2012

ADEMÁS, PRETENDER RECUPERAR MALVINAS ATENTA CONTRA LA SEGURIDAD JURÍDICA Y EL CONSENSO (SEGURO)

Además de qué se preguntará Usted

Acabo de leer una nota de P12 sobre el spot sobre Malvinas y su impacto en la opinión pública argentina, y leo que quienes lo critican...

"Se habló de un nacionalismo a la vieja usanza, se dijo que no sirve para mejorar la relación con isleños y británicos,.."

¿Alguien en La Nación o Clarín, o del PRO quiso "mejorar las relaciones" con quienes ocuparon el Parque Indoamericano?

La UCEP... ¿quiere mejorar las relaciones con quienes "ocupan el espacio público"?

Ahí, ninguna duda, el consenso es que el Parque Indomearicano, el espacio público forman parte de "su seguridad jurídica" y no hay que mejorar nada. Mano dura y ya está. Y con quienes se confronta son débiles, y SÍ son los otros, son el hinterland.

Más cerca, más chico, alguien del barrio, de la familia, por la violencia lo echa de su casa, de su terreno, de su territorio, le roba el auto...Y esa situación de despojo persiste en el tiempo ¿Usted tiene que intentar mejorar la relación con quien lo despojó, encima por la violencia? ¿No sería un tarado? ¿No invitaría a más despojos?

Todo esto me suena al tan traído consenso. Siempre me sonó a "vos ponéte así que yo te consensuo".

El Padrino dice "quien te proponga esa reunión, ése es el traidor"

Y era nomás, el traidor

RH

lunes, 13 de febrero de 2012

La condena a Garzón, consecuencia última de los pactos de la Moncloa


Garzón está procesado por el tema de los desaparecidos de la guerra civil, por haber cometido prevaricación -tomar decisiones sabiendo que son injustas-, porque supuestamente él sabe que hubo una ley de punto final, perdón, una ley de amnistía en el 77, firmada por la UCR, perdón, la UCD, que cubría todos los delitos de la guerra civil española.

Ergo, prevaricación.

Esa ley de amnistía constituye la base de los inmediatamente posteriores pactos de la Moncloa, tan alabados por aquí, y que desde nuestro nada humilde punto de vista lo único que dicen ambos mamotretos en conjunto -amnistía y pactos- es "ustedes se bancan nuestra impunidad y aceptan que nosotros conservemos todo el poder político y económico, y a cambio de eso, nosotros no los matamos más (por lo menos por un tiempo)".

Ah, sí, sí, a eso se le llama también consenso. Unos conceden todo a cambio de conservar la vida y una aparencia de normalegalidad. Los otros se quedan con todo y, aunque pasen 35 años, te lo van a hacer cumplir.

Garzón no entendió el verdadero fondo de la cuestión: no se puede tocar a la derecha, ni política, ni económica, ni siquiera a la muerta, y se lo hacen pagar.

Tampoco se puede opinar sobre esto; así lo indican la ley de amnistía y los pactos de la Moncloa, que dicen lo siguiente -y a ver si se capta ahora el verdadero sentido-


Ojo ¿eh? Que se entienda bien: La libertad de prensa está en manos del poder judicial

Por cierto, Manuel Fraga Iribarne, el fundador del PP ahora en el poder se negó a firmar la parte política de los Pactos de la Moncloa (seguramente porque esa parte admitía la existencia de otros partidos políticos, una libertad de prensa aunque fuera limitada por el poder judicial, etc)

Consideramos que con esto se cierra esta discusión, la que siempre hemos dado desde este blog sobre la ficción de que los Pactos de la Moncloa colaboraron con la convicencia en España. En realidad, colaboraron con la supervivencia de una parte, siempre amenazada -cuando no destruida- por la otra. La que ahora gobierna.

Ahora, dicho esto ("viste que teníamos razón, blábláblá, los pactos de la moncloa son una m... blábláblá") vamos a la cuestión práctica, que es, a ver como le echamos un cable a don Baltasar.

Damos una idea: durante muchos años, Enrique Bacigalupo, argentino, fue juez del Tribunal Supremo de España. Era uno de los considerados progresistas una especie de"submarino del PSOE"dentro de esa institución tan... perdón, conservadora,. ¿No se podrá aplicar una especie de reciprocidad y nombrar a don Garzón, miembro de nuestro Supremo? (en lugar de Fayt por ejemplo, que ya está mayorcito, por usar una metáfora, jajaja).

No debería haber mayores inconvenientes. total que sea extranjero no lo sitúa más lejos de la realidad argentina de lo que ya lo están muchos otros jueces de por aquí. Perdón, no quería decir eso, no sé qué quise decir. No volverá a ocurrir.

Garzón al juzgado como juez; otros jueces, al tribunal como juzgados.

RH

jueves, 22 de diciembre de 2011

La política como continuación de la guerra por otros medios

El siniestro festejo de algunos por la muerte de Iván, o el que manifestaron cuando se fue Néstor me incitó a una paráfrasitz a Clausewitz:

La política como continuación de la guerra por otros medios

Y que podría, para mí, describir cómo Cristina, y nosotros con ella, hemos enfrentado, enfrentamos y enfrentaremos lo que para los medios hegemónicos, los poderes concentrados y lo que queda de los escombros de lo que fuera la oposición, y los simpatizantes que quedan de alguno de estos poderes ha sido, es y será una guerra.

De ahí sus festejos ante la muerte.

Pero también subyace en sus permanentes apelaciones a la resistencia a una supuesta violencia kirchnerista, existente desde siempre, incluso, en el caso de Carrió, desde antes de la asunción de Néstor: "Lilita es la única de los 5 candidatos que nunca mandó a matar a nadie" decían en el 2003. Ahora Lilita prepara la Resistencia (¿se referirá a la capital de su provincia, de la cual querría ser intendenta?), y más allá del ridículo... no me lo tomaría tan en joda.

Será porque sus correligionarios radicales, siempre víctimas -pobres- , victimistamente usaron y abusaron de la violencia. La Semana Trágica, la Patagonia Rebelde, el bombardeo de Plaza de Mayo del 55 -Zavala Ortiz, su jefe civil- , la Libertadora, diciembre del 2001... Hasta Tablada está en su curriculum, rozándolos ominosamente.

Miles y miles de muertos, y siempre acusando a los otros de violentos.

Hablo de ellos en sus actos de violencia, pero también de su liviandad moral, de su conveniente falta de memoria. Pienso en su reivindicación de Illia, y no sé, por un lado Illia habrá sido un viejito encantador pero puso a Zavala Ortiz el asesino en su gobierno, y convivió con la proscripción del peronismo años... Así que sus valores, los de Illia, radicalmente relativos.

Pero a su vez, los que lo reivindican no tienen ningún problema de ir a confraternizar con quien fuera portavoz de quienes lo derribaron, Mariano Grondona fue quien escribió la proclama de la Revolución Argentina. Y eso, ningún problema, saquémonos fotos juntos, brindemos, con Grondona y con los de la Rural que también nos voltearon montones de veces.  Leo en la cabeza de un radical. ¿Sabe que pasa? pasa que con ellos, con la Rural, con Grondona, con los militares, no estamos en guerra, no está en discusión a quién pertenece la Argentina; simplemente tenemos diferencias de vez en cuando de reparto de roles, de impaciencia diría a la hora de -sigo leyendo en la cabeza del radical y me estremezco- quién se ocupa de la guerra con ustedes. Porque nosotros sabemos de ustedes cosas que ni ustedes saben, ustedes son un peligro como lo fueron los anarquistas o el comunismo mundial cuando existía. Porque ustedes quieren caminar, hacer camino al andar, y no, no se puede, no se debe. Y además, son muchos, demasiados. Por eso es una guerra, por eso siempre estuvimos en guerra con ustedes. Ustedes, ilusos, se engañan con nosotros... De vez en cuando algunos de los nuestros también cometieron el mismo error, Jauretche, Scalabrini, Alende...Y nosotros a esos, los usamos, vinieron bien como pantalla. Y después, a la mierda con ellos. Tuvieron suerte de durar. Todos se engañaron con la historia de nuestra lucha por elecciones limpias. El tiempo demostró que eso sólo importaba mientras las ganáramos. Porque todos olvidaron que la clave está en nuestro origen.

En nuestro origen está Mitre.

El de La Nación, sí.

El de los millones de muertos de la guerra del Paraguay.

El que quería llenar la Argentina de suizos y alsacianos, deshaciéndose del morochaje.

Para Mitre todo fue una guerra, y así siguió siendo para nosotros.

Nuestra historia habla por nosotros.

Y, sí. Para ellos es una guerra, como para los grupos de poder con los que se entremezclan, a los que impudicamente representan. Lo es para La Nación. Lo es para Clarín. Lo es para la Rural. Lo es para los grandes grupos económicos, por más que se beneficien de las políticas de este Gobierno.

Y ante cada embate violento, Cristina: más política. Para cada propuesta de guerras, más política. Más y más. Y cada vez el contraste es mayor. 

Y ellos son los que hablan de consenso.

No hay acto de mayor violencia que el consenso. Porque el consenso es imposible. 

Consenso: compartir -entre opuestos- sentimientos, sensibilidad. A eso me suena. y por eso me parece un imposible.

Como el consenso de Washington, que simplemente fue una imposición a secas, por la fuerza, de un sistema económico de depredación.

El Congreso no es un ámbito de consenso. Es un ámbito en el que se dirimen, por otros medios, cuestiones que en otros tiempos se hubieran dirimido por la violencia. El Congreso es, eventualmente, un territorio neutral, en el que se negocia, se buscan acuerdos, se puede -si se quiere- conocer la posición de la parte enfrentada. No hay consenso, porque sino, no sería parte enfrentada. Se puede acordar. Se puede intentar. Porque para nosotros, es la política. Pero tengamos cuidado.

Porque para ellos no.

RH

lunes, 19 de julio de 2010

Lo siento: no me gusta la (palabra) tolerancia

Lo que me pasa es así:

La palabra en cuestión llena las bocas de unos y otros, y a mí, no puedo evitarlo, me chirría. Es esa sensación en las encías, como cuando con el helado me dan una cucharita de madera.

Me pasa cuando la usan para hablar de la presencia de extranjeros, aquí o en otros países.

Y es cierto que el RAE les da la razón a los que la usan:

 2. f. Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.

Pero yo, qué quiere que le diga. Yo no estoy de acuerdo. ¿Por qué? La verdad es que no creo que haya nada que tolerar en que alguien tenga la sexualidad que tenga, tenga la nacionalidad que tenga, coma la comida que coma o crea en un determinado tipo de divinidad.

O sea: para mí nadie tiene ningún derecho a tolerar ni a dejar de tolerar ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias. Porque en el momento en que me arrogo el derecho de tolerar, también puedo cambiar de idea y dejar de tolerar, en el sentido que el diccionario de la RAE expresa. Me da que nadie tiene ese derecho respecto de lo que hagan las personas con sus vidas, sus amores, sus rezos.

Para mí sí es tolerar cuando uno de esos colectivos de creencias me las quieren (im)poner, vociferando ante los micrófonos de TN,  llevando en micros vaticatuneados a adolescentes automatizados y a señoras rosario en mano, que les encajan justo en la marcas que les dejaron las agrarias cacerolas que supieron percutir. Ahí tengo mucho que tolerar oiga, porque, vaya paradoja, ellos no quieren tolerar.

Y encima me encuentro con la siguiente cuestión ¿Puedo llamarlos intolerantes? Mmm. No. Hay una  palabra que califica certeramente a esas actitudes, y es reaccionario.

Tolerancia es uno de esos conceptos-torre, a los cuales uno se sube y, desde ahi arriba, graciosa, majestuosamente, uno tolera a los que están abajo, los que están afuera del castillo de mis tradiciones y valores.

Deja lugar para decir "yo soy una persona tolerante, pero todo tiene su límite ¿no?"

Y al final del paladar, tolerancia me produce una sensación parecida a la que me generaba consenso (como ya contaba aquí). Una de esas palabras seudopositivas que encierran una trampa.

Así que, como máximo, tolero (o no) a quienes quieren imponerme su pensamiento. De lo que comen, rezan, y hacen de su sexualidad mis iguales no tengo absolutamente nada que decir; eventualmente, ponerme de su lado si alguien quiere impedírselo.

Eso me resulta intolerable.


RH

martes, 26 de enero de 2010

Pequeño Huinca Noalineado : CONSENSO

El 28 de junio, además de la disminución del peso parlamentario del oficialismo, se produjo un hecho que podría calificarse de –gramáticamente hablando- luctuoso, como lo es la desaparición de una palabra:

Consenso.

Reapareció circunstancialmente en los medios en estos días, gracias al abrazo del empresario-comediante Piñera con el hijo del golpista arrepentido Frei , y esto sólo para descalificar por supuesto la falta de abrazos existente de este lado de los Andes. Como muy bien señaló Raimundi en 678 hace unos días, cómo no va a haber abrazos (=consenso) si el status quo nunca estuvo en riesgo en Chile en estas décadas.

Pero más allá de este último aliento, la palabra en cuestión desapareció de las bocas de la oposición (=los medios). Quizás sea entonces la ocasión para inaugurar el Pequeño Huinca Noalineado, que no es un diccionario... ¿un listado de sensaciones?

Ahí va.

Consenso

(Del lat. consensus).

1. m. Acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos.*

Uff. Empezamos mal. Consentimiento siempre me sonó a jerga leguleya para justificar lo injustificable –una violación por ejemplo-.

La definición habla de acuerdo, pero a mi me suena -cómo decirlo- que en el acuerdo yo acuerdo, y que en cambio en el consenso me dejo acordar. Y entonces, cuando en el consenso me dejo acordar, se la clavan a mis millones de representados, quienes no me votaron por el consenso: me votaron porque supuestamente soy y digo lo contrario que mis opositores.

Es por supuesto famoso el consenso de washington (me niego a usar las mayúsculas) del cual pagamos las consecuencias y lo haremos quién sabe por cuánto tiempo.

Hay otro muy popular por estas latitudes, que son los pactos de la moncloa, cuyas nefastas consecuencias está pagando España hoy en día. Ese consenso sólo sirvió para garantizar la impunidad por sus asesinatos y apropiación corrupta a la clase que gobernó aquel país durante 40 años, a cambio de que dejaran de encarcelar y matar a personas cuyo delito había sido luchar por la democracia. Y también sirvió para asegurar que hoy, 33 años después, sigan siendo los dueños de España a base de robar y robar y robar, más allá de quién gobierne.

Un ejemplo acabado de lo que significa consenso.

Aquí ya no piden consenso, si el oficialismo está en minoría en el Congreso, la palabreja deja de tener sentido.

Qué suerte que en estas circunstancias no se escuche a Cristina pedir consenso, ni a Néstor, ni a Aníbal. Los escuché hablar de relación de fuerzas, de negociaciones, de errores y aciertos. No de consenso.

Consenso es rendición, es claudicación.

Como el luchador de catch que, boca abajo en el suelo, lo golpea pidiendo tregua.

A eso suena; a estar boca abajo.

A cosa a oscuras.

A muerte de la libertad.

A putrefacción.

No queremos consenso. Queremos un país diferente del que quieren - y tienen de momento- los que usaron esa palabra hasta gastarla, y que ahora la hicieron desaparecer.

Ellos quieren a un país para pocos, nosotros queremos un país para todos,

El consenso es imposible.

R.H.

*Diccionario de la Real Academia

Pequeño Huinca Noalineado : CONSENSO

El 28 de junio, además de la disminución del peso parlamentario del oficialismo, se produjo un hecho que podría calificarse de –gramáticamente hablando- luctuoso, como lo es la desaparición de una palabra:

Consenso.

Reapareció circunstancialmente en los medios en estos días, gracias al abrazo del empresario-comediante Piñera con el hijo del golpista arrepentido Frei , y esto sólo para descalificar por supuesto la falta de abrazos existente de este lado de los Andes. Como muy bien señaló Raimundi en 678 hace unos días, cómo no va a haber abrazos (=consenso) si el status quo nunca estuvo en riesgo en Chile en estas décadas.

Pero más allá de este último aliento, la palabra en cuestión desapareció de las bocas de la oposición (=los medios). Quizás sea entonces la ocasión para inaugurar el Pequeño Huinca Noalineado, que no es un diccionario... ¿un listado de sensaciones?

Ahí va.

Consenso

(Del lat. consensus).

1. m. Acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos.*

Uff. Empezamos mal. Consentimiento siempre me sonó a jerga leguleya para justificar lo injustificable –una violación por ejemplo-.

La definición habla de acuerdo, pero a mi me suena -cómo decirlo- que en el acuerdo yo acuerdo, y que en cambio en el consenso me dejo acordar. Y entonces, cuando en el consenso me dejo acordar, se la clavan a mis millones de representados, quienes no me votaron por el consenso: me votaron porque supuestamente soy y digo lo contrario que mis opositores.

Es por supuesto famoso el consenso de washington (me niego a usar las mayúsculas) del cual pagamos las consecuencias y lo haremos quién sabe por cuánto tiempo.

Hay otro muy popular por estas latitudes, que son los pactos de la moncloa, cuyas nefastas consecuencias está pagando España hoy en día. Ese consenso sólo sirvió para garantizar la impunidad por sus asesinatos y apropiación corrupta a la clase que gobernó aquel país durante 40 años, a cambio de que dejaran de encarcelar y matar a personas cuyo delito había sido luchar por la democracia. Y también sirvió para asegurar que hoy, 33 años después, sigan siendo los dueños de España a base de robar y robar y robar, más allá de quién gobierne.

Un ejemplo acabado de lo que significa consenso.

Aquí ya no piden consenso, si el oficialismo está en minoría en el Congreso, la palabreja deja de tener sentido.

Qué suerte que en estas circunstancias no se escuche a Cristina pedir consenso, ni a Néstor, ni a Aníbal. Los escuché hablar de relación de fuerzas, de negociaciones, de errores y aciertos. No de consenso.

Consenso es rendición, es claudicación.

Como el luchador de catch que, boca abajo en el suelo, lo golpea pidiendo tregua.

A eso suena; a estar boca abajo.

A cosa a oscuras.

A muerte de la libertad.

A putrefacción.

No queremos consenso. Queremos un país diferente del que quieren - y tienen de momento- los que usaron esa palabra hasta gastarla, y que ahora la hicieron desaparecer.

Ellos quieren a un país para pocos, nosotros queremos un país para todos,

El consenso es imposible.

R.H.

*Diccionario de la Real Academia