Pasamos bastante -demasiado- tiempo hablando de Clarín, horrorriéndonos de las mentimanipubajezas que destilan sus otrora indiscutidas páginas.
Otrora indiscutidas, ahora discutidas. Discutibles.
¿Y no será que siempre fueron discutibles? ¿O sea, que eso que ahora nos repatea, fue siempre así, sólo que no prestábamos atención? ¿Que al estar inmersos en ese único medio, estábamos tan mediatizados que lo que decía Clarín era la voz del Gran Hermano que hipnopédicamente nos hablaba hasta en sueños y constituía una especie de gran sentido común colectivo?
O sea, con menos palabras, ¿que siempre mintió y manipuló, que forma parte de su esencia, que eso fue siempre Clarín?
Si vamos a nombres concretos, Van der Kooy, Blanck, Kirschbaum, Roa, son totalmente iguales a sí mismos, no han cambiado en absoluto en su forma de describir pormenorizadamente conversaciones en las que no estuvieron (hasta las telefónicas, de ambos lados de la línea), con Sabat corporizando esas ficciones monumentales. Siendo maestros en el arte de las profecías autocumplidas. Desde que uno tiene memoria.
Y ahora que uno ya le conoce el truco, se puede seguir el razonamiento y empezar a entender mejor otras cosas.
Por ejemplo las rarezas del electorado porteño.
Que encumbró y hundió a políticos de las ideologías más diversas en lapsos increíblemente cortos de tiempo.
No niego que los porteños tengamos nuestras peculiaridades, pero no estamos tan locos como parecen indicarlo nuestras conductas electorales.
¿No será que los porteños hemos estado durante décadas mucho más expuestos a Clarín que el resto del país, y que eso explique nuestra a priori errática conducta electoral?
Dentro de ese gran sentido común que pretendió ser Clarín a lo largo de generaciones, está la falacia de mostrar Buenos Aires como "la Argentina", y desde ese punto de vista, desde esa especie de mangrullo que pretende ser (se pretende que sea) la capital, mostrar, en círculos concéntricos, lo que debe y no debe ser. Así, el conurbano es mostrado como el territorio de la falla, de la Argentina errónea, en donde se producen los hechos que contradicen ese deber ser; y en el círculo inmediatamente posterior, el campo, ese territorio ideal de leches y mieles, en donde reposan los valores de esa Arcadia, la Argentina ideal, la Argentina de Clarín Rural.
Porque nosotros mismos olvidamos que Clarín es un diario casi exclusivamente porteño, hablando en términos de distribución. Por tanto los porteños nos hemos visto mucho más sacudidos por las acometidas cíclicas de Clarín contra el poder que sea; a nosotros nos ha ido contando Clarín que todo está mal, hasta el Servicio Meteorológico Nacional (y que por supuesto el de Brasil es mucho mejor).
Todas las áreas de nuestra vida están contaminadas por la incertidumbre, la inseguridad. Porque si uno lo piensa, Clarín instaló la palabra como significante en términos delictivos, pero en realidad inseguridad es falta de seguridad, y seguridad es cualidad de seguro, y seguro es:
2. adj. Cierto, indubitable y en cierta manera infalible.
3. adj. Firme, constante y que no está en peligro de faltar o caerse.
4. adj. No sospechoso.
5. m. Seguridad, certeza, confianza.
6. m. Lugar o sitio libre de todo peligro.
Es decir, cuando se instala la (palabra) inseguridad, poniendo en duda todo todo el tiempo, se induce a sentir la carencia de todo lo arriba reseñado.
Un suelo que se viene moviendo debajo de los porteños desde hace décadas.
Habrá que pensar al respecto.
RH