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viernes, 15 de octubre de 2010

Como si esto fuera poco, con el 82% le consigo por la misma plata el desequilibrio de la balanza comercial, y con un poco de suerte, una hiper

Hay algo de lo que ni se habla, quizás porque nunca fue verdaderamente posible que el 82% se concretara; que son las consecuencias colaterales en el conjunto de la economía que tendría una inyección de dinero en el sistema de decenas de miles de millones de pesos.

Dicho de otra manera, un aumento individual del poder adquisitivo de alrededor del 50% en millones de personas.

No hay bienes en el sistema que permitan cubrir la demanda adicional que supondrían esas decenas de miles de millones de pesos inyectados de golpe en el sistema. No hay suficientes tomates, suficiente lomo, suficientes heladeras, suficientes autos, suficiente ropa. Y la reacción automática ante esta subida abrupta de la demanda es la suibida de precios. Ya se vio en determinados productos con la entrada en vigor de la AUH; en este caso los aumentos se dieron en productos principalmente primarios, cuya demanda adicional pudo ser cubierta en forma relativamente rápida. La demanda adicional que supondría el aumento propuesto de un saque a los jubilados no tendría respuesta inmediata, puesto que la capacidad ociosa de producción está bastante cerca de su límite, y tendría que cubrirse esa demanda con importación, con el consiguiente desequilibrio en la balanza comercial. 

Pero en lo inmediato, se convertiría instantáneamente en inflación. Quizás una hiper, el sueño húmedo de Nico Salvatore y Graciela Bevcaqua, con quiebra del sistema.

Por tanto, los asalariados verían erosionado su poder adquisitivo. Y reclamarían con razón. Imaginemos entonces que se aumente el salario mínimo. Este se lleva, 82% mediante, las jubilaciones para arriba. Sin tener en cuenta los recursos del sistema. 

Y si no se reajusta, lo que se produciría con esta inflación es un gigantesco desplazamiento de plata de los más pobres a los más ricos. Como debe ser. Y adios al consumo de las clases bajas y medias, adios al resurgimiento de las actividades productivas que lo alimentan.

Y así.

Lo del 82% es una falacia creada por la socialdemocracia para vender a sus electores que es posible un sistema capitalista perfecto, con unos derechos asegurados al trabajador separados de la propia realidad del capitalismo. Porque en el capitalismo tenés que saber de dónde vas a sacar la plata, así que no podés asegurar que haya recursos para pagar el 82, el 50 o el 120%.

Si sos bueno, tenés un sistema estatal de reparto, en el cual la plata que va ingresando al sistema la vas administrando para que suponga más inversión en tu país, y que esta inversión se transforme en puestos de trabajo estables y cada vez mejor remunerados; que esos asalariados aporten el sistema; un círculo virtuoso.  Cuando hacés las cuentas ves cuánta plata tenés para invertir para que el pozo siga creciendo, y cuanta podés ir distribuyendo a los jubilados. Y ahí decidís cómo: si la repartís equitativamente, o si la relacionás con lo aportado. Según tu idea de la justicia, y del devenir histórico. Pero lo hacés teniendo en cuenta el tamaño del pozo, no lo relacionás con algo que a priori -por desgracia- no tiene que ver más que en una pequeña parte con lo que cobren los asalariados. Además, según tu idea de la justicia y el devenir histórico -otra vez- buscarás que esos fondos vayan a la AUH, a fondos de desempleo, e incluso, a darles una jubilación a los que no aportaron nunca. Y en este último caso, porque muchos de ellos no es que no quisieron aportar; sino que los tuvieron en negro por décadas, o aún peor: les retuvieron y no lo ingresaron en donde debían. Porque de esos ha habido millones.

Si sos malo, obligás a los asalariados a que aporten todo a sistemas privados, cuya rentabilidad (la propia, no de los jubilados) está basada principalmente en las comisiones que le cobran a los aportantes, y cuyo obejtivo no es aportar al crecimiento del país origen de los ingresos que perciben, sino a hipotéticas timbas especuladoras;  y que no se hacen responsables de si sus inversiones fueron rentables o no. Sea como fuere, ellos cobrarán por mover la plata, y si las inversiones seleccionadas fueron mal, mala suerte para los aportantes. Se puede dar la paradoja -de hecho, se dio- de que una AFJP sea extremadamente rentable para sus dueños, y ruinosa para sus aportantes.

En resumidas cuentas: el objetivo de esta movida, aparte de la demagogia, es quebrar a este incipiente Estado, por la vía de la quiebra directa del sistema jubilatorio de reparto, por el desequilibrio de la balanza externa, por la generación de inflación.

Ni que lo hubiera diseñado Salvatore.

¿No lo habrá diseñado, en sus charlas de despacho de abogado con Gil Lavedra?

RH