LOS CUADROS QUE SE CUELGAN

"¿Qué estás pensando?" me pregunta la computadora. "Me pregunta esta porquería" había escrito, pero no, no hay que ser ingrato tampoco, sin "esta porquería" no estaríamos en contacto, y no podría decirles cuánto lo siento, saber, sentir cuánto lo sentimos.

Cuánta tristeza.

Pero hay que erigirse sobre ese dolor, reafirmarse, ponerse en pie, más que nunca. Esto, gracias a él, a Néstor y Cristina, a Lula (la lista sigue y sigue), deja, paradójicamente, ser cosa de hombres o de nombres.

Pasa a ser de pueblos, de sociedades, de Pedro de Pablo María y José.

Erigirnos sobre ese dolor, y transformarlo en fervor, en un fervor tranquilo, de mirada lúcida, de seguir recorriendo el camino de la mano todos, todos los que ya éramos quiero decir y que seamos más si puede ser que será seguro. Que los que nos la negaron, la mano, que sepan que, sí que Hugo se fue.

Pero ahora es mucho más.

Y mañana, más aún. Ahora quizás ya sea invencible.

Ahora, junto con Néstor, forma parte de los cuadros que se cuelgan, como el de San Martín, el de Bolívar, el del Che, todos esos que ya son invencibles. Que después de una vida "polémica" al decir de los malvados del tiempo de cada uno de esos héroes, el lento conocimiento de sus avatares, de sus cursos vitales, que van saliendo a la luz por el descuido inevitable de quien sólo difamó para su parásito instante, ese salir a la luz muestra la maravilla de esas vidas, la generosidad, la inteligencia.

El cuadro de Hugo ya está colgado en las paredes de nuestra historia buena. Forma parte de esos cuadros que se cuelgan en nombre de los más, de los que quieren ser todo y todos para todos. Y esos cuadros serán más y más hasta hacer un sólo tejido, de justicia, de amor, de paz.

Gracias Hugo. Qué cabrón ¡Te fuiste y los dejaste hablando solos! Qué cabrón. Cuánto que queremos.

Gracias.

RH