Mostrando entradas con la etiqueta Morales Solá. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Morales Solá. Mostrar todas las entradas

miércoles, 31 de agosto de 2011

Clarín, vos sos la dictadura

Clarín siempre va más allá.

Dice hoy Verbitsky:

Luego de dos semanas de tapas, artículos y editoriales que enturbiaron el acto fundamental de la democracia, con alegaciones que se han demostrado imaginarias y malintencionadas, lo mínimo que esos medios deberían soportar con decoro es el señalamiento, tan en público como lo hacen ellos, de las falsedades que propalaron.

Pero no. Hacen lo que él mismo predice en la frase anterior a esta última:

Estas quejas se multiplicarán hoy en diarios y radios de la cadena de medios exaltados.

No creo en cualquier caso qude Verbitsky imaginara el tenor de estas quejas. Se podría decir "ya nada sorprende", pero es falso; cada violación a toda regla de convivencia por parte de los escribas de Clarín vuelve a sorprender, como sorprenden todas las violaciones. Este texto de Kirschbaum,  en el cual se homologa la situación actual con la imperante en la etapa previa a la dictadura bajo el horror de las tres A, sigue yendo más allá. Sigue con la aventura de Clarín por los límites del universo de la fábula malvada.

En un tiempo afortunadamente lejano, todo lo malo para el gobierno peronista era atribuido a la “sinarquía internacional” o a la “cuarta internacional con sede en París” . En nombre de esa confabulación fascista, en la que confluía la guerrilla, los opositores al sindicalismo, los defensores de los derechos humanos, los medios de comunicación que no comulgaban con ese disparate ideológico , y el capitalismo mundial, se galvanizó una línea de acción para extirpar lo que la ortodoxia llamaba “cáncer”. Muchos asesinatos en la Argentina se cometieron bajo esa consigna : basta con revisar los comunicados de quienes informaban de los resultados de la brutal cacería humana que habían desatado. En esa ordalía de sangre que cubría el país, de la que participaba intensamente la guerrilla, matando por otras razones, la sociedad estaba atrapada por una lógica letal . Y la democracia era entonces un sistema inerme, cuya existencia se extinguía. La dictadura fue el resultado de esa dinámica y abrió las puertas para la abierta violación de los derechos humanos .

Kirschbaum, escribas lo que escribas, no vas a borrar esto:


Ni esto de Morales Solá:


Ni esto del brillante Van der Kooy:


Marcelo Moreno en Convicción, Gelblung en Gente... Que tengas el descaro, el tupé de comparar no ésta, cualquier situación que se haya vivido bajo este gobierno con cualquier episodio de aquellos años terribles que constituyeron la base de hormigón y sangre en el que se afirman el poder de tu pasquin y TU SALARIO no hará más que alimentar nuestro deseo de construir una sociedad libre, en la cual tus mentiras tengan las mismas oportunidades de ser escuchadas que la verdad.

No somos iguales Kirschbaum. Ustedes fueron cómplices de quienes nos mataban, y si pudieran, si tuvieran con qué, no dudo que repetirían; lo que escribiste fue el tipo de excusa que usaron para torturar, para matar. Y para quedarse con todo, la base de lo que ahora tienen.

Y nosotros somos los que no nos vamos a callar, vamos a denunciar cada vez que falten a la verdad, y a apoyar a quienes lo hagan. Intentan hacer creer que la mentira es libertad de expresión, y que responder a la mentira es coartarla.

Clarín, Kirschbaum. Pueden decir lo que quieran. Cualquiera puede contestarles. En eso consiste este juego que ustedes no quieren jugar.

RH

martes, 4 de mayo de 2010

Lágrimas

Anoche fue noche de lágrimas.

Nada grave, por lo menos nada del presente inmediato. Un simple viajar por la Tv Pública, un rato de 678, un reportaje sobre la presentación del libro de Sandra Russo sobre Milagro Sala. Milagro presente en el programa, Milagro sonriendo al ver a la vieja desencajada vomitando "es una cucaracha". Y es un milagro, Milagro sonriendo ante el monstruo rubio que la descalifica e insulta y criminaliza aún reconociendo el monstruo que no sabe, que sólo sabe que es violenta, porque la vio, y es eso, una cucaracha.

Un milagro, Milagro sonriendo. Porque Milagro ya sabe que ahora hay otros, muchos otros, que en la feria del Libro se ponen en pie para aplaudirla cuando entra, y ya en el escenario sonríe cuando a los que la esperan se les gastan las manos en el aplauso, y Milagro ve en el reportaje como la cámara sigue la cola de personas que esperan para entrar a ver el milagro, y la cámara sigue y sigue y sigue hasta salir de la Rural acompañando las caras sonrientes, casi beatíficas de las gentes que incluso se quedan sin poder entrar porque sólo caben 400, y que son felices igual, porque en realidad simplemente se acercaron a dar las gracias, y saber que no entran porque son muchos les reconforta el alma, un calorcito que nos llega a todos y nos anuda la garganta y entonces algunas lágrimas que se escapan debajo de los anteojos.

Y el milagro de Milagro es también el milagro de tener una Tv Pública, un madero del que nos hemos agarrado en medio de este mar de mediáticas iniquidades, y que, simplemente por mirarlo, se ha ido transformando en balsa y de balsa pasará a navío, iba a decir arca pero no, porque en este barco cabemos todos los que en él queremos navegar, sin esa natural selección de unos pocos elegidos que de algún modo me parece que es la metáfora de lo que quieren para este país Noés como el monstruo rubio.

Pero el viaje siguió anoche, y las lágrimas de emoción se tornaron amargas ante lo que nos contó el nuevo programa de documentales que presenta María Julia Oliván, y que eligió, para inaugurar el ciclo como realmente corresponde, es decir, sin anestesia, mostrarnos esa infamia tantas veces obviada del bombardeo de la ciudad de Buenos Aires del 16 de junio de 1955 por parte de la aviación naval. Y vimos los muertos todos inocentes, y lloramos con ese trolebús lleno de escolares alcanzado por una de las bombas. Esas imágenes tan pocas veces vistas, tantos años ocultadas.

Y vimos la cara de los infames marinos entre los cuales estaba -naturalmente- Massera.

Y vimos la cruz del Cristo Rey en los aviones.

Y finalmente vimos a Zavala Ortiz, cabecilla civil del golpe, ideólogo de la masacre, exiliado en Uruguay.

Y entonces pienso Zavala Ortiz político radical, ministro de relaciones exteriores de Illia, y me viene a la cabeza el reivindicado y casi santificado Illia al que me llevaron a visitar con la primaria con férreo aprendizaje de que la mano se da con la derecha no vayan a equivocarse que es el presidente, y pienso que ese venerable y tan democrático Illia que daba de comer a las palomas llegó al poder con más de la mitad de los votantes sin poder votar a quien querían, y pienso que puso como canciller a un asesino de masas. Y pienso en cómo los medios lograron que ese Zavala Ortiz sea recordado por la resolución del 65 en la ONU sobre Malvinas y no por lo que realmente fue: un criminal, un genocida.

Y pienso entonces que su partido, que hace de la democracia un culto, tiene en su historial la Semana Trágica (700 muertos) y la Patagonia Rebelde (1500 muertos), el 16 de junio del 55 (364 muertos), la Libertadora (2000 muertos); cerrando su curriculum democrático -de momento- con la discreta cifra de los más de 30 muertos de su estado de sitio de diciembre del 2001.

Y entonces Morales Gerardo del partido de Alem dice que tiene miedo de Milagro Sala, y Morales Solá del diario de Mitre socio de Alem dice que tiene miedo de que pueda haber un muerto. Y no sé por qué me da por pensar que antes de perpetrar cada una de esas masacres sus predecesores hablaban de miedo, y así, por miedo, la bestia inocente derramó una y otra vez la sangre de las multitudes violentas.

Pero eso ya no va a ocurrir nunca más. No van a poder, porque sus crímenes de otrora son por fin visibles.

Vuelvo entonces a las lágrimas dulces; me quedo con Milagro, me quedo con la Tv Pública, me quedo con Aliverti y Víctor Hugo, me quedo con nuestra presidenta y con Néstor secretario general de Unasur, y con Mercedes Marcó del Pont denunciada por la mitremente cívica Carrió.

Y me quedo con el locro del día del trabajador que hicimos entre compañeros, felices, muchos de ellos recién conociéndonos, pero ya hermanos. Un locro que formó parte de los miles de locros que se compartieron el primero de mayo en la Argentina, y en los que seguro la sensación fue la misma: no podrán robarnos la alegría.

RH

Lágrimas

Anoche fue noche de lágrimas.

Nada grave, por lo menos nada del presente inmediato. Un simple viajar por la Tv Pública, un rato de 678, un reportaje sobre la presentación del libro de Sandra Russo sobre Milagro Sala. Milagro presente en el programa, Milagro sonriendo al ver a la vieja desencajada vomitando "es una cucaracha". Y es un milagro, Milagro sonriendo ante el monstruo rubio que la descalifica e insulta y criminaliza aún reconociendo el monstruo que no sabe, que sólo sabe que es violenta, porque la vio, y es eso, una cucaracha.

Un milagro, Milagro sonriendo. Porque Milagro ya sabe que ahora hay otros, muchos otros, que en la feria del Libro se ponen en pie para aplaudirla cuando entra, y ya en el escenario sonríe cuando a los que la esperan se les gastan las manos en el aplauso, y Milagro ve en el reportaje como la cámara sigue la cola de personas que esperan para entrar a ver el milagro, y la cámara sigue y sigue y sigue hasta salir de la Rural acompañando las caras sonrientes, casi beatíficas de las gentes que incluso se quedan sin poder entrar porque sólo caben 400, y que son felices igual, porque en realidad simplemente se acercaron a dar las gracias, y saber que no entran porque son muchos les reconforta el alma, un calorcito que nos llega a todos y nos anuda la garganta y entonces algunas lágrimas que se escapan debajo de los anteojos.

Y el milagro de Milagro es también el milagro de tener una Tv Pública, un madero del que nos hemos agarrado en medio de este mar de mediáticas iniquidades, y que, simplemente por mirarlo, se ha ido transformando en balsa y de balsa pasará a navío, iba a decir arca pero no, porque en este barco cabemos todos los que en él queremos navegar, sin esa natural selección de unos pocos elegidos que de algún modo me parece que es la metáfora de lo que quieren para este país Noés como el monstruo rubio.

Pero el viaje siguió anoche, y las lágrimas de emoción se tornaron amargas ante lo que nos contó el nuevo programa de documentales que presenta María Julia Oliván, y que eligió, para inaugurar el ciclo como realmente corresponde, es decir, sin anestesia, mostrarnos esa infamia tantas veces obviada del bombardeo de la ciudad de Buenos Aires del 16 de junio de 1955 por parte de la aviación naval. Y vimos los muertos todos inocentes, y lloramos con ese trolebús lleno de escolares alcanzado por una de las bombas. Esas imágenes tan pocas veces vistas, tantos años ocultadas.

Y vimos la cara de los infames marinos entre los cuales estaba -naturalmente- Massera.

Y vimos la cruz del Cristo Rey en los aviones.

Y finalmente vimos a Zavala Ortiz, cabecilla civil del golpe, ideólogo de la masacre, exiliado en Uruguay.

Y entonces pienso Zavala Ortiz político radical, ministro de relaciones exteriores de Illia, y me viene a la cabeza el reivindicado y casi santificado Illia al que me llevaron a visitar con la primaria con férreo aprendizaje de que la mano se da con la derecha no vayan a equivocarse que es el presidente, y pienso que ese venerable y tan democrático Illia que daba de comer a las palomas llegó al poder con más de la mitad de los votantes sin poder votar a quien querían, y pienso que puso como canciller a un asesino de masas. Y pienso en cómo los medios lograron que ese Zavala Ortiz sea recordado por la resolución del 65 en la ONU sobre Malvinas y no por lo que realmente fue: un criminal, un genocida.

Y pienso entonces que su partido, que hace de la democracia un culto, tiene en su historial la Semana Trágica (700 muertos) y la Patagonia Rebelde (1500 muertos), el 16 de junio del 55 (364 muertos), la Libertadora (2000 muertos); cerrando su curriculum democrático -de momento- con la discreta cifra de los más de 30 muertos de su estado de sitio de diciembre del 2001.

Y entonces Morales Gerardo del partido de Alem dice que tiene miedo de Milagro Sala, y Morales Solá del diario de Mitre socio de Alem dice que tiene miedo de que pueda haber un muerto. Y no sé por qué me da por pensar que antes de perpetrar cada una de esas masacres sus predecesores hablaban de miedo, y así, por miedo, la bestia inocente derramó una y otra vez la sangre de las multitudes violentas.

Pero eso ya no va a ocurrir nunca más. No van a poder, porque sus crímenes de otrora son por fin visibles.

Vuelvo entonces a las lágrimas dulces; me quedo con Milagro, me quedo con la Tv Pública, me quedo con Aliverti y Víctor Hugo, me quedo con nuestra presidenta y con Néstor secretario general de Unasur, y con Mercedes Marcó del Pont denunciada por la mitremente cívica Carrió.

Y me quedo con el locro del día del trabajador que hicimos entre compañeros, felices, muchos de ellos recién conociéndonos, pero ya hermanos. Un locro que formó parte de los miles de locros que se compartieron el primero de mayo en la Argentina, y en los que seguro la sensación fue la misma: no podrán robarnos la alegría.

RH