Antes que nada, un ruego: lea lo que tengo para decirle antes de enojarse, antes de discutirme, antes de… antes. Léalo. Va a ver, y se lo digo sin petulancia, que tengo razón.
Que calcular la inflación en Argentina es imposible. Y no ahora, sino desde hace unos cuantos años.
No es una imposibilidad “por culpa del Gobierno”, “por culpa de Moreno”.
Para evitar las discusiones, se lo cuento rápido, porque la razón está muy a la vista.
Usted para calcular algo, cualquier cosa, qué necesita: necesita conocer los datos brutos. O sea, si lleva papas, necesita conocer el precio del kilo de papas, y cuánto pesa el montón de papas que agarró. “2 kg de papas a 8 pesos el kg, 16 pesos”.
(Por favor, no me salte nadie con el precio del kg de papas. Es un decir…¿tamo?)
Esos son los datos brutos de los que hablo.
Entonces, para saber cómo varía el precio de la papa, tengo que poder tener esos datos hoy, la semana que viene, y así. Así podré calcular como varía el precio de la papa a lo largo del tiempo. Después tendré que decidir como “pondero” esos datos. Qué quiere decir “ponderar”: si mando los precios derecho como están o si, según la estación en que estemos, si es “la estación de la papa” o no, cómo los meto en la canasta.
Para darle un ejemplo más fácil en este sentido: a esta altura del año, se consumen duraznos y demás frutas veraniegas. Tienen un peso importante en el rubro “frutas” del consumo familiar. Y póngale que ahora cueste 10 pesos el kg. Y tiene que ir en la canasta. En invierno póngale que alguien tiene en frigorífico, o importa duraznos, pa’los caprichosos. Y cuesta 30 pesos el kg. ¿Lo va a calcular con el 200% de aumento, con la misma importancia dentro del consumo? No, tiene que “ponderar” esos datos, tiene que variar el peso del consumo de duraznos a la hora de calcular la variación de precios. Y esto se hace. Es posible. Porque qué pasa: los datos que le menciono son conocidos.
Pero lo que yo le digo, es que en este momento de la Argentina, y quién sabe desde hace cuantos años, no se puede calcular la inflación.
¿Y por qué?
Porque no se puede cumplir la primera condición, la imprescindible:
No se pueden tener los datos brutos.
¿Cómo dice?
No se pueden tener los datos brutos.
¿Cómo que no? Mande un pibe, alguien “con un cuaderno”, toma los precios de las góndolas y ya está. ¿O no?
No
¿Por qué no?
La respuesta está en la foto.
Preste atención: “3x2”, 20% de descuento en tal cosa con tales tarjetas, 30% si lo paga con Cencosud y además en 6 cuotas sin interés, en tal otra cosa 25%... Todo esto “del jueves 6 al domingo 9”.
Aparte de eso tendrá “los lunes 20% con la visa del banco tal, los martes 18% con la tal”, y así.
Además, unos descuentos se los harán en caja, otros le darán “pesochecks” que sólo se pueden usar determinados días.
Imagínese que tuviera la superpotencia con los supercomputadores y pudiera calcular el costo instantáneo. No se puede, son demasiados datos, algunos muy opacos, pero imagínese que se pudiera.
Hay un dato QUE USTED NO PUEDE SABER. Que es cuántos se acogen a qué oferta. O sea, si usted tuviera acceso a los datos de Jumbo –que no los tiene, pero imagínese que los tuviera- podría saber cuántas personas compraron qué en qué condiciones. Y si tuviera acceso a los datos de los bancos –que no los tiene- podría saber cuántos tienen qué tarjeta.
Pero además de saber quienes compraron con qué tarjetas, usted tendría que saber quienes, teniendo esas tarjetas, compraron esas mismas cosas otros días, sencillamente porque no pueden ese día, o se despistaron. O compraron en efectivo porque tenían agotado el crédito de la tarjeta.
Y cuántos de los que recibieron pesochecks los usaron y a cuántos se les caducaron.
Eso no lo puede saber.
La conclusión está a la vista: MILLONES DE PERSONAS PAGARON PRECIOS DIFERENTES POR LOS MISMOS PRODUCTOS.
No le estoy exagerando. Se hacen millones de operaciones de ese tipo todos los días, en todas las cadenas. Y en el mismo día, esos millones de operaciones, por el mismo producto se pagan precios diferentes, que además, al día siguiente se mueven, y se mueven, y se mueven.
Para poder medir la inflación, la variación de los precios, tendría que saber qué se pagó por los productos. Y esto, como acabo de contarle, dejó de ser un asunto de toma de precios, de toma de datos. Como hay tantas variaciones, casi podría decirse que para conocer la información real, usted tendría que saber qué pagó CADA UNA DE LAS PERSONAS por sus consumos.
Y eso es imposible.
Usted podrá decir “bueno, pero si aplico los descuentos…”. Es que no hay reglas respecto de los descuentos tampoco. Esta semana son éstos, la semana que viene tales otros… Y además, lo que le dije: usted no puede saber quién se acogió a los descuentos y quién pudiendo hacerlo, no lo hizo.
Créame. En estas condiciones del mercado, que rigen desde hace años, calcular la inflación es imposible.
Y esto no es inocente: es la aplicación de un dicho muy simple y conocido: río revuelto.
Porque con esos enormes carteles con enormes descuentos, tapo los enormes precios que cobro. En la misma visita al Jumbo en que saqué la foto de los carteles, pasé por la góndola de la carne: “30% de descuento” blablabla. Precio de la colita de cuadril: 79,90. Ochenta pesos. El sueño de De Angelis. Descontándole el 30% para los “privilegiados” que compraran en ese día bajo esas condiciones, 56 pesos.
Pago 45 pesos en donde compro en Ricardo Rojas, partido de Tigre. Pero esto es importante y no lo es: lo que es importante es que no se sabe en Jumbo, en las cadenas, lo que cuestan las cosas.
Y que esto es intencionado.
Estamos hablando de algo que requiere una intervención profunda, profundísima del Gobierno en materias que van mucho más allá de la secretaría de Comercio: tiene que ver con el sistema financiero y con la sociedad al completo.
O sea, desde mi perspectiva –ya he publicado notas al respecto- creo que esas supuestas promociones deberían estar prohibidas. Son engañosas, porque ofrecen descuentos que superan lo que debería ser la rentabilidad normal de un comercio. Con lo cual la conclusión evidente, indiscutible, es que los precios están muy inflados antes por quienes ofrecen esos “enormes descuentos”.
Y además hacen imposible cualquier cálculo, ya no de inflación, sino sencillamente del costo actual de una canasta familiar. Desvirtúa hasta ese aserto tan falsamente lleno de sentido común de “la inflación del supermercado”. La primera inflación imposible de saber es la del supermercado. Porque el resto, electricidad, gas, transporte público, son datos conocidos y en los que el Estado interviene.
También podría decirse que muchos millones no compran en cadenas y es cierto. Pero las cadenas tienen un efecto de arrastre evidente, conocido, sobre el comercio minorista. Y además, millones no compran en cadenas, pero millones sí lo hacen.
Conclusión, sencilla, facilita, para comenzara tratar el tema “en serio” es que no es que el Gobierno o el Indec mientan con la inflación: desde hace años quienes venden, los formadores de precios, “ocultan los precios”. Mientras esto no se subsane, reglamentando férreamente lo que sean descuentos y promociones, toda discusión sobre inflación o no es una discusión sin sentido.
La “inflación”, al igual que “la inseguridad”, han sido desde siempre las dos armas que utilizaron “los que ya sabemos” para desestabilizar gobiernos y aumentar su poder (y su rentabilidad).
Esto que le cuento no crea que es fácil de realizar: estamos hablando de actores muy poderosos, a los cuales se puede ir disciplinando de a poco. Y además, yo le cuento a usted esto con la esperanza de obtener su atención un rato y además no sé si entiende lo que le cuento: imagínese contar esto, en público, y recortado por TN.
Imagíneselo.
Bueno, espero que lo haya entendido, y que le sirva para algo. Por lo menos para aligerar su corazón, y comprender que, también en el tema de la inflación, la culpa es de los de siempre. O sea, se pueden hacer muchas cosas, pero el primer responsable... es el que aumenta los precios.
RH