A toda velocidad, el papa de Recoleta beatificó a Juan Pablo II, o sea, ahora es san noséqué ( no sé si san caroli, san boitila o o sanjuanpablosegundo que como nombre de estación de subte ocuparía del principio al final del andén).
Yo no sé mucho de eso, pero algo entiendo, que es que para hacerte santo no es necesario haber sido... ejem... "un santo". Sino, haber "milagreado" un par de veces (creo que dos son suficientes). Esto es, que por "su invocación", alguien se haya salvado de una muerte segura o una desgracia inevitable.
Que yo sepa, tampoco hay exigencias morales respecto del "milagreado", esto es, que las personas beneficiadas por el influjo del "milagrero" hayan tenido una conducta ejemplar, se hayan destacado por su bondad... porque si no, fíjese qué paradoja: el milagrero salva de una desgracia segura a alguien que estaba a punto de ser "desgraciado" porque, ejem... Dios así lo debe haber decidido, ¿no? Que alguien bueno, inocente, sea desgraciado.
Pero no, no es así. Basta que haya milagro, aunque el "milagreado" haya sido mala persona toda su vida, aunque el "milagrero" haya sido cómplice de Reagan en eso de crear un mundo unipolar en el cual millones y millones de personas llevan tres décadas sufriendo las consecuencias de ese nazismo en cámara lenta que llamamos neoliberalismo, nazismo en cámara lenta porque la "globalización" no es otra cosa que el espacio vital del que hablaba el nazismo, y, la falta de limitaciones a "la iniciativa privada", el predominio absoluto del más fuerte, del "superior".
Bien visto, que no haya consideraciones morales para santificar a alguien, sólo el hecho -incomprobable- de que haya obrado dos milagros, y que el resto de su vida haya obrado como obró -no voy a calificar, así nos ahorramos discusiones- tiene un solo nombre, ese nombre tan terriblemente conocido:
IMPUNIDAD
Y nos lo refriegan por la cara.
Pero esto no es de hoy: el santoral está repleto de individuos que han hecho sufrir a millones de personas, y si no, fíjense en las Cruzadas, en el trato al "hereje", al diferente.
No sé si el papa de Recoleta atendía o no a los dictadores, pero al santificar corriendo a Juan Pablo II, que SÍ atendía a tipos como Reagan, Pinochet y unos cuantos más, nos dice claramente quién es, y a quienes representa.
Habrá que preguntarle a él dónde está el trigo, que seguro que lo sabe bien sabido.
Yo no sé mucho de eso, pero algo entiendo, que es que para hacerte santo no es necesario haber sido... ejem... "un santo". Sino, haber "milagreado" un par de veces (creo que dos son suficientes). Esto es, que por "su invocación", alguien se haya salvado de una muerte segura o una desgracia inevitable.
Que yo sepa, tampoco hay exigencias morales respecto del "milagreado", esto es, que las personas beneficiadas por el influjo del "milagrero" hayan tenido una conducta ejemplar, se hayan destacado por su bondad... porque si no, fíjese qué paradoja: el milagrero salva de una desgracia segura a alguien que estaba a punto de ser "desgraciado" porque, ejem... Dios así lo debe haber decidido, ¿no? Que alguien bueno, inocente, sea desgraciado.
Pero no, no es así. Basta que haya milagro, aunque el "milagreado" haya sido mala persona toda su vida, aunque el "milagrero" haya sido cómplice de Reagan en eso de crear un mundo unipolar en el cual millones y millones de personas llevan tres décadas sufriendo las consecuencias de ese nazismo en cámara lenta que llamamos neoliberalismo, nazismo en cámara lenta porque la "globalización" no es otra cosa que el espacio vital del que hablaba el nazismo, y, la falta de limitaciones a "la iniciativa privada", el predominio absoluto del más fuerte, del "superior".
Bien visto, que no haya consideraciones morales para santificar a alguien, sólo el hecho -incomprobable- de que haya obrado dos milagros, y que el resto de su vida haya obrado como obró -no voy a calificar, así nos ahorramos discusiones- tiene un solo nombre, ese nombre tan terriblemente conocido:
IMPUNIDAD
Y nos lo refriegan por la cara.
Pero esto no es de hoy: el santoral está repleto de individuos que han hecho sufrir a millones de personas, y si no, fíjense en las Cruzadas, en el trato al "hereje", al diferente.
No sé si el papa de Recoleta atendía o no a los dictadores, pero al santificar corriendo a Juan Pablo II, que SÍ atendía a tipos como Reagan, Pinochet y unos cuantos más, nos dice claramente quién es, y a quienes representa.
Habrá que preguntarle a él dónde está el trigo, que seguro que lo sabe bien sabido.
RH
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