Claro, es que nunca tuvieron que esforzarse para voltear.
Bastaban unas tapas negativas, y chau.
Algunos lloriquearon:
"Déjenme llegar hasta fin de año"
Y ni así. Unas tapas malas más, y a la calle.
Pero resulta que ellos dos, y nosotros detrás, nos plantamos.
Y entonces, tienen que ir más allá.
Y seguimos plantados en el suelo.
Y entonces los inventos tienen que ser más groseros, más arriesgados. Más evidentemente inventos.
Y seguimos acá.
Y llegan al delirio. territorios inexplorados de la falacia, la basura que apenas asomaba por las comisuras ahora comienza a supurar por encima de todo.
Todo lo que siempre creaban, las conversaciones relatadas como si estuvieran adentro, las llamadas telefónicas contadas al detalle desde ambas puntas... Eso ya dejó de ser suficiente hace mucho.
Y entonces ahora, por un decir, los Nobel son engañados por Cristina y el Indec.
Y más: "Usted vive mejor, pero es mentira: vive peor porque es todo mentira. Los 9 años que su vida no dejó de mejorar, son mentira. Todo es mentira. Todo, menos nuestros delirios inconsistemente contradictorios. "
Llega el momento en que todo eso deja de funcionar.
Y viene bien.
Porque -quería decirlo hace un tiempo, lo digo ahora- el 7 de diciembre no va a pasar gran cosa. Es decir, estos tipos no harán nada, se resistirán, y difícil qie Cristina lo haga a la fuerza.
O sea, lo que haga lo hará por la fuerza de las ideas, el peso de la ley, pero sobre todo, del peso de la verdad, la justicia y la democracia.
A mi me encantaría que languidezcan y pasen a ser marginales, como lo que son en realidad. Individuos que viven de parasitar, de hacer vivir en un mundo de pesadillas o en el (in)disimuladamente onanista de sus suplementos. O sea, de no mirar la realidad, sólo ese mundo infernal que ellos quieren mostrar, del que medran como enfermedad contagiosa de las conciencias que son.
Repito, que languidezcan, que sus groserías desesperadas los lleven a ellos a donde llevaron a la sociedad una y otra vez durante décadas: al borde el precipicio.
Y al borde del precipicio, que den un paso al frente. Ellos solitos, uno más de los muchos que han dado.
Y entonces, cualquier día será 7 de diciembre, el día del fin de su delirio pobre y obtuso.
Bailaremos entonces, sobre el desfigurado recuerdo de sus escombros.
Más cerca de lo que nunca estuvimos de la libertad, de la fraternidad, de la igualdad.
Bastaban unas tapas negativas, y chau.
Algunos lloriquearon:
"Déjenme llegar hasta fin de año"
Y ni así. Unas tapas malas más, y a la calle.
Pero resulta que ellos dos, y nosotros detrás, nos plantamos.
Y entonces, tienen que ir más allá.
Y seguimos plantados en el suelo.
Y entonces los inventos tienen que ser más groseros, más arriesgados. Más evidentemente inventos.
Y seguimos acá.
Y llegan al delirio. territorios inexplorados de la falacia, la basura que apenas asomaba por las comisuras ahora comienza a supurar por encima de todo.
Todo lo que siempre creaban, las conversaciones relatadas como si estuvieran adentro, las llamadas telefónicas contadas al detalle desde ambas puntas... Eso ya dejó de ser suficiente hace mucho.
Y entonces ahora, por un decir, los Nobel son engañados por Cristina y el Indec.
Y más: "Usted vive mejor, pero es mentira: vive peor porque es todo mentira. Los 9 años que su vida no dejó de mejorar, son mentira. Todo es mentira. Todo, menos nuestros delirios inconsistemente contradictorios. "
Llega el momento en que todo eso deja de funcionar.
Y viene bien.
Porque -quería decirlo hace un tiempo, lo digo ahora- el 7 de diciembre no va a pasar gran cosa. Es decir, estos tipos no harán nada, se resistirán, y difícil qie Cristina lo haga a la fuerza.
O sea, lo que haga lo hará por la fuerza de las ideas, el peso de la ley, pero sobre todo, del peso de la verdad, la justicia y la democracia.
A mi me encantaría que languidezcan y pasen a ser marginales, como lo que son en realidad. Individuos que viven de parasitar, de hacer vivir en un mundo de pesadillas o en el (in)disimuladamente onanista de sus suplementos. O sea, de no mirar la realidad, sólo ese mundo infernal que ellos quieren mostrar, del que medran como enfermedad contagiosa de las conciencias que son.
Repito, que languidezcan, que sus groserías desesperadas los lleven a ellos a donde llevaron a la sociedad una y otra vez durante décadas: al borde el precipicio.
Y al borde del precipicio, que den un paso al frente. Ellos solitos, uno más de los muchos que han dado.
Y entonces, cualquier día será 7 de diciembre, el día del fin de su delirio pobre y obtuso.
Bailaremos entonces, sobre el desfigurado recuerdo de sus escombros.
Más cerca de lo que nunca estuvimos de la libertad, de la fraternidad, de la igualdad.
RH
Muy bueno, Rick.
ResponderEliminarAntes tenían algunos que les pasaran conversaciones internas para armar las notas. Pero desde que se fue el Alberto y la Ley de Medios... Snif. Je.
Abrazo.