Estos cuentos forman un combo escrito hace -quién sabe- 3 años. Y ahora, casi 12 de la noche del 24 de diciembre del 2011 cai que, sobre todo el segundo, son para hoy...
Espero que les gusten. Un abrazo a todos
RH
FALTA TODAVÍA
Me mira - Agostina, 6 años, ojos redondos -, y dice:
-Manolo me dijo que no sea tonta, que Papá Noel son los padres.
Baja la mirada hacia los restos de medialunas que pululan alrededor del submarino de chocolate, sigue hablando, casi en un susurro:
-Pero yo creo que sí existe; la otra vez estábamos en la montaña, estaba Paulo y me dijo que del otro lado, encima de la nieve, él había visto a un señor con una bolsa muy grande; que no se veía bien pero que por la bolsa podía ser Papá Noel.
Levanta la mirada, me mira interrogante. “Debía ser” digo yo, sin demasiada convicción.
Se incorpora, se va hasta la barra del bar y señalando la distancia hasta la mesa dice
-La bolsa era así de grande
Se acerca un par de pasos y dice
-No, así, sino no podría llevarla.
Vuelve a la mesa, junta las manitos como un adulto en escala, y me mira expectante.
Tendré que esperar unos años para contestarle.
FALTA TODAVÍA MÁS
Por fin, el hallazgo tan esperado.
En las selvas de Guatemala, la gran ciudad maya de la que hablaban las leyendas. En su centro, cubierto de vegetación selvática, un enorme artefacto con aspecto de nave espacial bastante decrépita.
Con un poco de suerte, todas las preguntas tendrían su respuesta.
Equipos de arqueólogos y astrofísicos, previsoramente ataviados con escafandras antirradiactivas y portando grandes linternas, entraron en la previsiblemente nave. Una única sala se abrió ante sus ojos.
La vegetación que la había invadido adornaba las paredes con orquideas y otras epífitas; las flores, bajo la luz de los poderosos fanales, relucían como una enorme decoración navideña.
En el centro, un pedestal cuya forma recordaba inequívocamente a un atril. Sobre el mismo, una placa de oro grabada con signos mayas del preclásico.Los investigadores se apartaron respetuosamente para dejar paso a Ronan Pak, el arqueocriptógrafo que había descifrado la mayor parte de las distintas variantes del maya preclásico.
Pak pasó cuidadosamente la mano por encima de la placa para apartar el polvo milenario que impedía ver la inscripción con claridad.
Leyó en silencio; pudo verse por detrás del cristal de la escafandra como su rostro palidecía.
Respiró dificultosamente, y dijo:
“Dios no existe”
Un murmullo entre asombrado y escandalizado recorrió el círculo de investigadores, miradas cómplices entre algunos, dolor entre los americanos.
Pak pasó otra vez la mano por la placa.
“Aquí pone algo más”
Silencio absoluto
“Son los padres”.
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