Estos días hemos sido testigos de la polvareda que se ha levantado con la carta de Horacio González a los organizadores de la feria del libro.
Por un lado, el grito en el cielo de los apóstoles de la impunidad. Impunidad en este caso significada en el hecho de que Vargas Llosa ha dicho cualquier cosa no sólo sobre los Kirchner, sino sobre los argentinos en general.
Se ha tergiversado -lo que cuestionaba González era que Vargas Llosa inaugurara la feria, no que hablara-, se ha pataleado, se ha dicho cualquiera.
Y por nuestro lado, se entró en un debate a mi juicio absurdo, al punto de ponerse a evaluar relaciones entre política y literatura, etc etc. O sea, se pasó a jugar en la cancha de ellos, tan amplios, que pueden ostentar que por igual invitan a Vargas Llosa como antes convocaban a Saramago.
Es mucho más sencillo que todo eso: ellos sabían perfectamente a quien invitaban y por qué; debería por nuestra parte merecer una sonrisa sardónica y haber aprovechado la oportunidad para debatir con esa nada política que es Vargas Llosa. Es como si hubieran invitado a Bush a inaugurar expoagro ¿Hubiera sorprendido?
No hay que entrar; este año va a estar repleto de estas cosas. Porque como dice Mario Wainfeld en su (magnífica, como siempre) nota de hoy:
Eso exacerba el furor de los multimedios que se van quedando solos con la cara pintada en el conjunto de las corporaciones empresarias. No cabe preanunciar qué implica esa furia, no es imposible que derive al ansia destituyente.
Nos tratarán hacer pisar el palito todo lo que puedan. Apelarán a cualquier cosa, desde este tipo de tonterías hasta oleadas de acontecimientos de "inseguridad". No nos pueden ganar en votos, tratarán de voltearnos. Así que hay que salirse de este tipo de estupideces, que en definitiva hablan de ellos nada más. Hay que dejar que siga así.
RH
Eso.
ResponderEliminarNo recuerdo quién proponía que hubiera sido más interesante proponerle un debate político a V.Ll. para demostrar la poca consistencia de sus argumentos.
Abrazo.
Y ahora le dijo a CNN que "él no pensaba hablar de política, pero que ahora sí iba a hablar de política". O sea, lo que quería. Pero también lo queremos nosotros. Hay que confrontar
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